Cuento para un viernes por la mañana
Apunte del natural.
Érase una vez un hada madrina que no tenía ahijado. Esto le ocasionaba grandes problemas, sobre todo de identidad. Si no tengo ahijado, se decía, no debería llamarme madrina. Pero miraba su carné de colegiada y ahí estaba escrito bien claro: "Sra. Dña. Gabriela Gutiérrez Tello, hada madrina. Número de colegiado 6987".
Apunte del natural.
Son casi las doce de la noche de la mitad de la semana. En uno de los pasos de cebra que debo atravesar para llegar a casa, freno el coche para dejar pasar a una pareja. Son dos adolescentes, no llegarán a los quince años. Mañana estos dos tórtolos estarán dormidos en clase. Y después dirán que no se enteran y que suspenden porque el profesor les tiene manía.
Señora Ana.
-Dime,
hijo, ¿qué le pongo?
-Medio
kilo de palabras.
Variaciones
musicales a un cuento.
Érase
una vez, en un reino muy lejano, un rey justo y bondadoso que amaba a su pueblo
y éste correspondía a su soberano. Pero a este pacífico reino llegó un dragón
que atemorizaba a todos los habitantes, pues cada noche robaba a una doncella y
la devoraba viva.
Venecia.
Hubo una vez, en un lejano valle, una ciudad en la que llovió
durante días y semanas y meses hasta que se llenaron de agua las calles, las
plantas bajas de los edificios, las plazas.
El tiempo.
-Quiero
ser pirata -me dijo-, pero me mareo en el mar.
Magia.
Érase
una vez un mago que tenía una chistera y un conejo que vivía dentro. Todos los
días, a tres horas distintas, se vestía de frac y subía al escenario. Sacaba
una y otra vez al conejo de la chistera, ante niños, papás y abuelos. Todos
aplaudían mucho y el mago saludaba inclinándose tanto que llegaba a tocarse los
pies con la nariz.
Otras
princesas.
-¡Oh,
mi princesa, la de largos cabellos dorados, la de la pálida tez de porcelana,
la de los labios rojos cual carmín! ¡Oh, vos, mi princesa! ¡Lanzad vuestras
trenzas de oro para que pueda subir a contemplaros!
Princesas en
botijas.
-Esto
era un rey que tenía tres hijas, las metió en tres botijas y las tapó con pez,
¿quieres que te lo cuente otra vez?
Corazón.
Miró a todos lados
antes de escapar. Si su madre se enteraba lo castigaría todo el verano. ¡Pero
hacía tan buen tiempo y los deberes eran tan aburridos...! No lo pensó más: se
puso las zapatillas y salió corriendo hacia el jardín. Fue tan deprisa, sin
mirar, por temor a encontrar los terribles ojos de su madre, que tropezó con el
escalón. Lo asustó un ruido brusco, como de cristales rotos. Creía que sólo se
había raspado las rodillas y, al levantarse, su corazón se desparramó en mil
trocitos.
Punto.
Cuando
desperté seguía viendo aquel punto negro frente a mí.
Chocolate.
Los vecinos del
pequeño pueblecito despertaron sobresaltados al ver la noticia del periódico: Descubierta
la casa de Hansel y Gretel.
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