Tormenta

La niña no entendía qué había pasado de repente. Su madre decía que era la tormenta: gruesos nubarrones cubrieron de repente el cielo y las hojas se movían intermitentes entre remolinos. La niña escondió la nariz bajo el cuello del impermeable. Esto era nuevo para ella.

El aire frío, casi de  invierno, parecía volver desagradable a la gente. Días antes, el sol reinaba en el cielo y había visto a los abuelos paseando niños, a grupos de amigos bebiendo en la calle y parejas echadas en el césped del parque.

Hoy todos caminaban rápido, miraban al suelo y esquivaban los ojos al cruzarse con alguien. El gris había conquistado todo y los colores que no se plegaban a sus tonalidades, escandalizaban. Chirriaban, gritaban.

-¿Te vienes al parque?

Gonzalo, envuelto en un impermeable amarillo, la paró por un hombro. La niña negó con la cabeza y siguió caminando sin mirarlo.


Le parecía de muy mal gusto que alguien se atreviera a vestir con los colores del Sol en su ausencia.

1 comentario:

  1. Es muy duro el paso del calor al frío. El tiempo cambia, la gente cambia. Ya escasean las amplias y acogedoras sonrisas de la primavera. Las flores se retiran a sus cuarteles de invierno. El sol se va hacia otras latitudes.
    Y la niña es aún muy pequeña para saber que pronto todos volverán.

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