Una ovejita, dos
ovejitas, tres ovejitas...
Un pastor se sentaba en el vallado y contaba las ovejas del
rebaño que iban entrando en el redil. Pero las ovejas eran muchas, y la cuenta
larga, y siempre se quedaba dormido antes de que la última hubiera entrado.
...veinticuatro
ovejitas, veinticinco ovejitas, veintiseis ovejitas...
Y así una noche y otra y otra. Se quedaba dormido a la
entrada del redil. No cerraba la puerta, las ovejas se escapaban al campo, y a
la mañana siguiente debía empezar de nuevo.
...setenta y ocho
ovejitas, setenta y nueve ovejitas, ochenta ovejitas...
Era el cuento de nunca acabar. Empezaba de madrugada,
guardaba las ovejas, se dormía, se escapaban y las volvía a llamar.
...trescientas sesenta
y tres oveitas, trescientas sesenta y cuatro ovejitas...
La musa, sin parar de reír, le susurraba palabras al oído.
El pobre escritor soñaba todas las noches lo mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario